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CIEN AÑOS DE LA SALLE

CIEN AÑOS DE LA SALLE

Por Antero Flores-Araoz

Juan Bautista de La Salle, canonizado el año 1900, fundó en el siglo XVII la congregación de educadores que denominó “Instituto de las Escuelas Cristianas”, más conocido como Hermanos de La Salle, que transformaron las actividades educativas.

La Congregación cuenta con escuelas, institutos técnicos y superiores, escuelas normales y universidades, en muchos. Al Perú, los hermanos de La Salle llegaron hace cien años, haciéndose cargo del Colegio-Seminario Santo Toribio y simultáneamente se instalaron en Arequipa.

La conmemoración del primer centenario de los Hermanos de La Salle en el Perú, a quienes hemos sido educados por ellos, nos motiva a reconocer que antes que instrucción y sin descuidarla, recibimos invalorable formación.

Si bien es verdad que la primera educación y formación se recibe en el hogar, no es menos cierto que La Salle las complementaba con gran eficiencia, de lo cual los lasallanos estamos orgullosos.

Hace 25 años, en 1997 cuando se celebró el 75 aniversario de la llegada de los Hermanos de La Salle al Perú, coincidió con la entrega de la condecoración del Congreso de la República, a nuestro querido profesor, mejor dicho MAESTRO en mayúsculas, hermano Alberto Domingo, inicialmente Germán Peinado Martín.

Las expresiones del hermano Alberto en la ceremonia de imposición de la merecida distinción, resumen lo que significa la enseñanza de La Salle. Dijo que más que profesor, se sentía maestro, porque sus alumnos se lo hicieron sentir. En prueba de humildad, virtud que siempre nos inculcó, manifestó que la presea la recibía representando a todos los maestros, tanto tiempo incomprendidos, y que merecen reconocimiento por su labor.  Agregó que “el maestro es héroe anónimo que sacrifica su vida en el aula y por la patria”.

Recordó también que los maestros deberían tener cerebro frío y corazón emotivo para llegar a los educandos, manifestando que deberíamos, “más que hablar con razón fría mejor es con el corazón y nos entenderíamos más”. Nos machacó frecuentemente que había que agradecer a Dios por habernos traído al mundo en el Perú, y nos repetía una y mil veces que deberíamos ser orgullosos de la peruanidad y que el “Vale un Perú” tiene real contenido.

Promovía la igualdad y condenaba toda discriminación y, con muchísima frecuencia nos decía que los Hermanos de La Salle se inspiran en la frase de José de San Martin: “Seré lo que debo ser y sino, no seré nada”. Inculcó a sus alumnos que “… con la madre, con la Iglesia y con la patria, se está siempre, con razón o sin razón”.

Dijo: “no olviden que la patria tiene dos clases de enemigos, los de adentro y los de afuera. Los de fuera unen al pueblo que es atacado. Los peores enemigos son los de dentro, pues no unen sino separan…”
Enseñó no a cantar el Himno Nacional sino a rezarlo.  Comprenderán que con tales enseñanzas no podemos olvidar nuestro colegio, y menos al hermano Alberto, que algunos por lo bajo lo identificaban como “el loco Alberto”, pero no hemos conocido un loco tan cuerdo como él.

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