Con gran entusiasmo el ente rector del sector de la producción agropecuaria y forestal, anunciaba su Plan de Reactivación1 consiste en inyectar más de s/2 mil 500 millones de junio a diciembre a fin de facilitar al pequeña productor el acceso a una mejora en la productividad del campo y recuperar empleo a este importante sector que colinda con la marginalidad, pobreza y bajos precios, que es la agricultura familiar, el mismo que representa el 97% del total de unidades agropecuarias y produce el 70% de los alimentos para todos los peruanos (MINAGRI), y que hoy en época de la pandemia necesitan la fuerza del Estado y del sector, ya no para hacer siempre lo mismo (producir sin productividad) y estar en lo mismo (ingresos para reproducir pobreza), sino para escalar posiciones de desafíos permanentes en un terreno donde sus ocupantes sientan el beneficio real de su esfuerzo. Sin campo no hay ciudad.
Nos han puesto en el esquema de trabajo de armonizar el esfuerzo para garantizar la seguridad alimentaria o lo que es lo mismo: no morir de hambre o vivir en la indigencia. Millones de toneladas de alimentos procesados se desperdician en el mundo todos los días; otros se pierden en la fase de la producción y cosecha y otros tantos tienen mermas por un sistema de transporte logístico con dificultades de conectar, en su oportunidad, producción y mercado.
Y la alimentación segura, que evita la desnutrición y anemia dentro del hogar, se encuentra en las manos y en la capacidad de ampliar la cantidad de variedad de platos lleno de comida con múltiples presentaciones, utilizando los mismos insumos, producidos por el campo.
Loreto, por su tamaño y dimensión y por las características propias de su territorio, siempre será un desafío permanente. Tiene un sistema de ciudades no articuladas y escasamente conectadas, donde el valor de las mercancías transadas pierde un importante componente: calidad y oportunidad. Si tenemos que darle un valor de perdida a los productos hidrobiológicos que se extrae de nuestras aguas, este bordearía los s/.200 millones anuales y solamente s/ 350 millones se reportan como valor negociado o transado; y de los s/530 millones reales que es el valor de la producción agrícola en el 2018, se estima que el 60% se pierden con los habilitadores, rematistas y su acceso al mercado de abastos al llegar a saturar oferta y perder con rapidez la calidad del producto; de hecho que el clima es un factor importante que acelera el proceso de calidad y el valor del producto.
No es manteniendo el programa de seguridad alimentaria que se debe atacar el problema agroalimentario en Loreto; el esfuerzo institucional debe focalizar para ampliar, mejorar y perfeccionar el sistema de Abastecimiento (A) y Almacenamiento (A) que interactúan en un sistema de ciudades poco dinámicas y con fuertes limitaciones por lo serpenteante de sus ríos y altas temperaturas. Se requiere apuntar a unos sistemas inteligentes para hacer y rehacer las actividades del campo y la ruralidad, y sacudirse del estigma burocrático de su tan mencionada seguridad alimentaria. Y otra cosa diferente es atacar a la inseguridad alimentaria producida por malas prácticas ambientales en la industria petrolera que alteraron la vida y la salud del suelo rural en su área de influencia.
Una tarea pendiente y realizable, es pensar en una nueva ruralidad para cambiar su rostro y que nadie se quede atrás. Formular políticas públicas en esa línea de acción, podríamos revertir las condiciones malas del campo y su alta vulnerabilidad agroalimentaria.
