Por Ántero Flores-Aráoz
Siempre habíamos escuchado o leído, ante acciones ruines, que ellas eran lo máximo en maldad y que no veríamos nada peor, sin embargo, la realidad nos demuestra que siempre podremos ver peores acciones y que lo malévolo no tiene límites. Algo así como cuando se señalaba “este es el peor Congreso” pero lamentablemente venía otro que lo superaba en el calificativo, al igual que cuando se decía “este es el más ineficiente gabinete ministerial”, aunque venía otro que lo ganaba con creces.
Al igual que la maldad no tiene límites, la maledicencia de mucha gente tampoco, bastando observar como hay personas que gozan del mal ajeno y hacen escarnio de la reputación, fama, buen nombre y prestigio, de quienes están en apuros legales, y que, alcanzándoles el principio constitucional de la presunción de inocencia, se olvidan ello y se hacen juicios que rayan en la perpetración de delitos como la injuria, la difamación y la calumnia.
Pasamos por una etapa en que existen autoridades jurisdiccionales, tanto de Fiscalía como del Poder Judicial, que excediendo sus funciones e incluso haciendo mal uso de sus prerrogativas, ordenan prisiones preventivas que ya parecen sentencias condenatorias por lo extenso de sus plazos y condiciones, y lo que es igualmente recusable, ordenando y ejecutando diligencias en que se ofende la dignidad de los afectados.
Un caso emblemático es el de la incautación de bienes al ex Presidente de la República Pedro Pablo Kuczynski, en que es más que evidente, que las autoridades que ordenaron y ejecutaron la medida o quienes les proporcionaron el apoyo policial, hicieron de los correspondientes actos procesales un penoso espectáculo mediático. No creemos en coincidencias, siendo extraño que cierta prensa -no toda- estuviese presente en las diligencias respectivas, una en San Isidro, pero la otra bastante lejos, en Cieneguilla, y que el diario más antiguo del país cubriese las dos diligencias, colocando enorme fotografía en que aparecían los colchones de una de las residencias del afectado, cargados por personal que se ocupó del vergonzoso acto de escarnio.
El tema no quedó allí, a página completa y a colores reprodujo el diario al que nos referimos, la salida de los mueles, enseres, obras de arte y hasta las mascotas de quien fue nuestro Presidente, de su residencia campestre.
Mal por cierto la difusión vejatoria, cuando bastaba informar, pero no solazarse en el mal ajeno, pero también mal la medida de incautación, cuando si se tratase de bien inmueble, bastaba anotar una medida cautelar en la partida registral del predio, con lo que estaba garantizado el pretendido derecho del Estado, en caso qué se expidiera sentencia condenatoria. En el caso de los bienes muebles, era suficiente nombrar depositario de ellos al propio procesado o a algún pariente de aquel.
Estos excesos, lejos de ayudar en la lucha contra la corrupción, la descalifican, así como a los operadores de la justicia. Ya es hora qué se deje de criminalizar la política y de solazarse en los difíciles trances por los que pasan los procesados. Respetos guardan respetos.