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POBREZA, PROGRESO Y FRUSTRACIONES COMPARTIDAS

POBREZA, PROGRESO Y FRUSTRACIONES COMPARTIDAS

Por Roger Grández Ríos, Director de Prospectiva Amazónica

En un reciente informe del Banco Mundial 2019 Poner fin a la pobreza, invertir para generar oportunidades, advierten que el capital humano es el eje principal para propulsar cambios sustantivos en el bienestar de las personas y en su felicidad, y a partir de ahí la cosecha del progreso colectivo se sintoniza con el resultado de todos, y para que nadie se quede atrás. La persona humana como el centro de todos los cambios, y es allí donde se debe apuntar los esfuerzos gubernamentales, estableciendo marcos de políticas y lineamientos concertados para que el impulso sea más efectivo y que garantice el establecimiento de un sólido proceso hacia el progreso compartido. Una educación para la vida y el empleo productivo, con la fuerza suficiente para independizarnos del lastre de los programas sociales que en su concepción y en sus resultados promueven pobreza de dependencia; una salud familiar que se enganche en los patrones demográficos con la fuerza de una movilidad social que derrame vitalidad y destreza no reconocida; y cómo hacer para que los recursos naturales disponibles sean movilizados al ritmo mismo de nuestras capacidades para poder transformarlos, en un marco de mejoras sustanciales de gestión de los distintos sistemas administrativos con la opción firme de soldar estructuras productivas con mayor eficiencia y gobernabilidad con el entorno natural, como también que los procesos institucionales agarren la mano de todas las personas, independientemente quienes son y donde se encuentren: el estado al servicio de los ciudadanos. 

Hoy y como antes, esa distinción de poner a la persona humana como propulsor del cambio es reemplazado por una concepción de progreso y desarrollo de los hacederos de políticas y de los que las promueven, que la infraestructura, los programas sociales permanentes o los proyectos de desarrollo productivo sin un enfoque territorial, por si misma tiene la velocidad suficiente de generar cambios de tal magnitud que el progreso llega por añaduria. Y la historia con sus resultados nos demuestran hasta el cansancio que el enfoque, tal como está, no funciona, no es reconocido, no es sustancioso ni tampoco es durable, y por tanto, la pobreza aún está en sus bolsillos y en los rostros tristes de los ciudadanos. Invertir en infraestructura, con sus diseños y cosas parecidas, sino se conecta con la gente y con sus necesidades, no sirve, no funciona y tienen un carácter decorativo y le pinta el rostro de insatisfacción a los ciudadanos que demandan estos servicios públicos; y si esta infraestructura que no solamente no se conecta con la gente, sino que es mala, que se retardan en su ejecución y presupuestos públicos que no se gastan, generan frustraciones colectivas de enormes proporciones que en algún momento estallan por inercia, por insatisfacción.

No estamos apuntando bien. De acuerdo a los resultados (calientitos) publicados hace 2 días por la PUCP Resultados del Índice de Progreso Social Regional del Perú 2019 los avances alcanzados a la fecha es lenta y poca significativa si tomamos los logros de los departamentos del interior, como el caso de Loreto y Ucayali que se disputan los últimos lugares en los 3 últimos años (Ucayali en el último lugar en 2019), y que el Perú con sus resultados actuales alcanzaremos los Objetivos del Desarrollo Sostenible 2030, que es un compromiso mundial, 34 años después, en el 2079; Loreto y las otras regiones amazónicas, a excepción de San Martín, probablemente nos demoremos 50 años para alcanzar el bienestar general; y ese es bastante y suficiente como excusa para hacer algo ahora y cambiar el destino de los infantes (niños y niñas) que mañana serán los que refuercen los progresos intermedios, si es que nos atrevemos a empezar a cambiar los destinos hoy, ahora.

La pobreza en la amazonia tiene sus resultados al 2018 y la rigidez de su estructura productiva, como son los casos de Amazonas y Loreto, denotan un esfuerzo particular y con mayor velocidad en la implementación de políticas públicas de mayor profundidad y con mayor participación en un espacio amplio y disperso, donde el esfuerzo público en cuanto a su organicidad y de planificación, debe ser una prioridad.

Si bien en los 2 últimos años, la pobreza en la amazonia bajó en 2 puntos porcentuales, y son los departamentos de Ucayali (-3.3%) y Loreto (-2.6) los que avanzaron un poco más en la reducción de la pobreza en sus territorios; y aún con este esfuerzo, las distancias sobresalen, en un espacio donde el concepto de Amazonía hacen pensar (y también actuar) que todos somos iguales. La implementación de políticas dentro del concepto de Trato Preferente y Diferenciado (TPD) es lo que marcará la diferencia para disminuir la desigualdad y las distancias entre nosotros mismos.

El progreso compartido será posible en la medida que todos entendamos que la persona humana, y solo ella, puede marcar la diferencia entre frustración y felicidad; entre malestar y bienestar.

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