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ALAN GARCÍA, LUCES Y SOMBRAS

ALAN GARCÍA, LUCES Y SOMBRAS

Hace pocos días una prestigiosa revista hizo un homenaje póstumo al extinto ex presidente Alan García, en lo que a su vida “íntima” se refiere, justo a los seis meses de haber tomado la fatal decisión de suicidarse. Y en efecto, si a sus luces nos podemos referir, García fue no solo una persona cultivada en lo intelectual, como pocos presidentes republicanos, sino también inteligente, buen padre.

En mi vida política tuve la oportunidad de conversar con él cerca de una decena de veces, entre las eventuales de embajadas o cócteles, y en privado, tanto con la plancha presidencial electa del 2011, como en grupo de amigos en casa privada un par de veces más. La última vez que charlé con él, fue el 7 de agosto de 2018, (hace poco más de un año) en el restaurante del Hotel Tequendama en Bogotá.

Nos habían invitado a la juramentación de mando del presidente Iván Duque en Colombia. En aquella ocasión, muy amable me presentó a su pareja Roxanne Cheesman y a su hijo, el jovencito Federico Dantón. Fue cortés conmigo y demostró deferencia en el encuentro.

No quise interrumpirlo más, porque entendía que podía incomodar una reunión de almuerzo familiar para esperar la juramentación de Duque.

Quienes hemos seguido de cerca su carrera política, sabemos que su primer gobierno fue extremadamente malo y corrupto; sin embargo, en el segundo, como el de Nicolás de Piérola, a quien él tanto admiraba, supo reivindicarse, y fue bastante mejor, tanto que las cifras de crecimiento económico fueron las mejores en décadas.

Más de seis millones de peruanos dejaron de ser pobres. Pero ese segundo quinquenio, otra vez fue manchado por la corrupción, y lo peor de todo, liderado por él. Buen padre, hombre divertido, recitaba poemas maravillosamente, orador, le encantaba la música, bromista, chacotero, bailaba y cantaba con sentimiento ¡Qué duda cabe! Pero infelizmente, dñado por la enfermedad de la codicia y las malas artes del robo.

Cuando joven había jurado a sus amigos íntimos, que, si con el tiempo no llegaba a ser presidente del Perú, y dejaba de ser pobre de solemnidad, se suicidaría. Paradójicamente logró las dos cosas: presidente y millonario, pero igual se quitó la vida, porque no podía soportar el oprobio de estar preso y encima que la gente lo siga llamando, como siempre lo hizo: ladrón.

Cuando escribo estas líneas, lo hago con mucha pena por él y por su familia huérfana. En mi juventud creí y alenté sus ideales, pero con el tiempo el poder no lo corrompió, lo desnudó. Hoy todo está consumado, no solo Marcelo Odebrecht y Jorge Barata han delatado las coimas que le dieron, sino hasta sus mejores amigos y colaboradores, Miguel Atala, y su secretario, Luis Nava, quien dijo incluso que le llevaban en loncheras la plata negra.

Su memoria, lamentablemente, siempre estará manchada. Pudo ser el mejor presidente de la historia, pero su irrefrenable codicia, lo hizo uno de los más corruptos. Siento pena. Que descanse en paz.

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