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SIN CONFIANZA, NADA

SIN CONFIANZA, NADA

Uno de los requisitos para que exista inversión privada, es la confianza en el país en que se realizan las inversiones.
En estos tiempos de globalización en que el mundo está integrado, los capitales originarios de un país no necesariamente quedan en él, pueden ir a otras latitudes, al igual que los capitales transnacionales. Se invierte en los lugares en que más confianza exista.
La confianza tiene diversas vertientes, una de ella es que el país receptor de las inversiones tenga régimen político adecuado, específicamente democrático y no totalitario. Otra es que la tributación sea adecuada y como los capitales tienen vocación de lucro, evidentemente irán a los países cuya tributación les sea menos onerosa. También es relevante la tranquilidad del país, pues los inversores desean salvaguardar la vida e integridad de sus colaboradores, a lo que denominaremos el capital humano.
En adición a las vertientes de la confianza, no se puede olvidar la predictibilidad tributaria, pues en economías de escala un punto porcentual de más en la tributación podría fácilmente hacer pasar las cifras de resultados del color azul al rojo, esto es utilidades o pérdidas.
Del mismo modo tiene relevancia la estabilidad jurídica, esto es que las reglas de juego o sea la normatividad legal, no puede estar sujeta a constantes variaciones, puesto que cuando se cambia imprevistamente la legislación, ello genera desconfianza que inexorablemente ahuyenta a los inversores.
Por añadidura, el tema de la solución de conflictos tiene mucha importancia, pues si la administración de justicia del país receptor de inversiones, carece de autonomía, independencia, profesionalismo y calificados conocimientos, los inversionistas no tendrán confianza. Ellos requieren que los diferendos o conflictos de intereses con otros privados o con el Estado receptor, sean resueltos con justicia. Esto también es pertinente en los arbitrajes.
Roberto Ramírez del Villar, político de fuste y versado político, que fue presidente de la Cámara de Diputados, decía que el órgano más cobarde de la naturaleza era la billetera de empresarios y emprendedores, puesto que cuando se dictaban dispositivos legales que adolecían de justicia y equidad, los capitales migraban a donde eran bien recibidos y tratados. Esto aplicable por supuesto a las inversiones de los más pequeños emprendedores hasta las más grandes transnacionales.
No hay que olvidarnos de una cadena que tiene varios eslabones, de la cual el último es la prosperidad y bienestar de los ciudadanos y sus familias, pero para que ello se logre se requiere que exista trabajo, por supuesto trabajo digno y justicieramente remunerado. El anterior eslabón al trabajo es la inversión, pues ella es la que genera y demanda los puestos de trabajo.  Para que la inversión exista se requiere de varios eslabones precedentes, como son la tranquilidad interna, la predictibilidad impositiva, la estabilidad normativa y la justicia confiable, tal como hemos destacado en párrafos previos.
Por todo lo dicho podríamos resumir que la confianza es esencial para las inversiones y sin ellas no habrá trabajo, como ya hemos visto en otras latitudes.

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