La expectativa que generalmente precede a las Fiestas Patrias, sea por asunción de nuevo gobierno, sea por el discurso presidencial a la Nación a través del Congreso, sea por el cambio de gabinete ministerial; en esta ocasión ha tenido una singular connotación y no me refiero a la celebración del bicentenario de nuestra independencia, sino por el cambio de modelo constitucional que nos rige, anunciado por el profesor Castillo Terrones, proclamado Presidente de la República.

Siempre ha existido interés por los anuncios presidenciales en Fiestas Patrias y por los proyectos que pretende llevar a cabo, así como los dispositivos legales que solicita al Congreso, pero en esta oportunidad, conociendo el ideario del partido que llevó a la presidencia a Pedro Castillo, así como su plan de gobierno, la ciudadanía esperaba con temor justificado las expresiones presidenciales.
Fiel al estilo que practican los nuevos gobernantes, contrario a toda lógica, primero recibimos el analgésico y después el golpe. En efecto, se nos recordó en el discurso del 28 de julio pasajes de nuestra historia y, se efectuó una evaluación situacional del país con aciertos y también defectos, para luego dar cuenta de las prioridades del nuevo gobierno como son la lucha contra la pandemia que, la reactivación económica, respeto a la propiedad privada y a los ahorros, así como libertad de cambio. Todo esto fue lo bueno.

El golpe y lo malo, que anulaba los buenos propósitos iniciales, fue reforzar el rol empresarial del Estado con nuevas tareas para el Banco de la Nación y del Banco Agrario, así como para PetroPerú, que ya bastante malestar y cuantiosas pérdidas causaron en el pasado. Pretender instaurar la “rentabilidad social” en actividades extractivas, cuando ya pagan elevados impuestos, regalías e incluso asumiendo los mayores costos de la “responsabilidad social”. Igualmente se anunció “la participación del Estado ….. como socio o ejecutor mayoritario” y asimismo la transferencia populista de importantísimos recursos para diversas acciones, sin siquiera haberse revisado las reales posibilidades de la caja fiscal , en momentos en que se han utilizado hasta los recursos de contingencia para afrontar la pandemia y adquirir vacunas. El plan para generalizar las rondas campesinas hasta en áreas urbanas, reviste especial preocupación pues recordamos a las milicias instauradas en otros países de la región, que no son necesariamente modelos de Democracia y desarrollo. A ello hay que agregar mayor burocracia y gasto con la pretensión de crear el Ministerio de Ciencia y Tecnología, o unificar sistemas de salud cuando los hay contributivos y no contributivos, lo que implicaría mezclar el agua con aceite, para graficarlo.

Y, lo que es peor en el doble discurso, la pretensión de cambio constitucional, anunciando que se hará con las reglas existentes, pero a reglón seguido volviendo al tema del referéndum, por más que no sea lo permitido y establecido.

A lo bueno y lo malo, que a grandes rasgos hemos descrito, se agrega lo feo, y para ser más exactos, lo feísimo, como el gabinete presidido por el congresista Bellido, sin pergaminos que lo justifique, aunque con antecedentes que horrorizan.

Parece pesadilla, pero es real.