Fuente : Diario Expreso
Hay que tomar atención al informe del Financial Times que destaca la diferencia de 30 mil entre las cifras oficiales y las reales sobre decesos, afirma exministra de Desarrollo e Inclusión Social Liliana La Rosa.
La OMS designó este año como el Año de la Enfermería, ¿cómo se está tratando a la enfermería en el Perú hoy?
Muy duramente. Iniciamos el año con mucha expectativa, teníamos todo un despliegue de actividades y encuentros mundiales y latinoamericanos acá, en Lima, más si es el año de la universalización de la salud. Antes de la pandemia pedimos al presidente Vizcarra la contratación de 20 mil enfermeras para fortalecer el primer de nivel de atención abandonado históricamente. Hicimos un pronunciamiento en el evento de Cusco, lo remitimos a Palacio, lo reiteramos con las ministras Zulema Tomás y Elizabeth Hinostroza. Desgraciadamente, no se prestó atención.
¿Cuáles eran sus puntos básicos?
El primero, la democratización de la gestión sanitaria con participación efectiva de la enfermería. Somos la primera fuerza del sistema sanitario, tenemos 98 mil colegiados, 53 mil enfermeras en este momento activas en el Perú. Entre los profesionales de enfermería y los técnicos de esta especialidad, somos el 51% de la fuerza laboral del sistema sanitario. Sin embargo siempre hemos estado discriminados, hay un corporativismo que defiende intereses y privilegios y ha concentrado el poder alrededor de la mirada biomédica. La enfermería ha quedado como profesión de servicio, a pesar de que somos una profesión que debería tener igualdad de derechos.
¿El segundo punto?
Es fortalecer el primer nivel de atención porque el sistema sanitario es una pirámide, donde el 2.2% de los servicios son institutos y hospitales, y el 97.8% centros y puestos de salud. En las zonas más alejadas, más pobres, son aproximadamente cuatro mil. En tres mil de ellos hay solo técnicos de enfermería, y en mil una serumista enfermera. Entonces, tenemos que 7,918 servicios de salud son vistos como no relevantes. Para nosotros son centrales, porque si le pones equipos de salud, con oxígeno, con insumos, de acuerdo a la epidemiología, con un traductor en su idioma, un equipo de técnicos sanitarios, nosotros tendríamos una salud básica garantizada cerca a la casa, con menos gasto del bolsillo, con más diálogo intercultural, con más cercanía.
¿Hay algún otro punto básico?
Avanzar al sistema único de salud. No se puede hablar de universalización sin sistema único porque tenemos un sistema fragmentado, desfinanciado, desarticulado internamente y sin participación ciudadana.
-¿Cuántas enfermeras han fallecido por Covid-19 o están infectadas?
Hasta la fecha 35 enfermeras han fallecido y 45 técnicas de enfermería. En cuanto a los infectados, según el Minsa son 3,800, según las regiones hay unos 5,000 colegas contagiados.
-¿Hay subregistro de muertos en general, sin duda, no?
Hay un claro subregistro y realmente nosotros se lo hemos expresado al ministro [Víctor] Zamora en su momento. Le dijimos que era absurdo cerrarse con que solo se contabilizaran los fallecidos con diagnóstico, porque nosotros contamos en nuestras filas con enfermeras que no tenían el diagnóstico porque no las priorizaban en las pruebas, y ellas ya estaban con tratamiento y con atención porque tenían toda la sintomatología.
Sí, creemos que hay un alto subregistro y que hay que tomar atención al informe de Financial Times que señala que hay una diferencia de casi 30 mil entre las muertes oficiales y las reales. Loreto es una muestra, la decana regional nos decía: la gente se muere todos los días y casi todas las enfermeras estamos contagiadas; cuando le mostraba la información del Minsa nos decía que eso no era cierto. Obviamente han empezado a reconocer que hay un serio problema de subregistro, el gobierno debe aceptarlo.
-¿Cree que el manejo de la pandemia ha sido mal hecho por el Gobierno?
Creo que sí ha habido un error garrafal. Es que ha triunfado la mirada biomédica. Hasta el Presidente contabilizaba camas UCI y ventiladores, es decir todo lo que era útil para cuando uno ya estaba grave; pero lo más importante no era solamente atender a los graves, sino prevenir esa gravedad. Lo más importante era hacer que la gente aprendiera sobre este virus, que tuviera capacidad de autoprotegerse, que estuviese organizada en el nivel local. Lo que tenía que haberse hecho era sacar a las personas que presentaban la sintomatología y llevarlas a un hospedaje, que podía ser el colegio. En las zonas donde no hay agua, el gobierno local debió poner agua, pilones. Se lo dijimos al alcalde Muñoz, de qué sirve decirle a la gente que se lave las manos si no tiene agua. Se debió programar los camiones cisterna para que a la gente no le faltara el agua.
-¿Qué les falta a las enfermeras y enfermeros en su labor diaria?
Desgraciadamente desde el primer día faltaron equipos de protección personal (EPP); muchas de las colegas han fallecido por eso. La primera que falleció, una joven madre de familia de una niña de 10 años, contratada por terceros, bachiller de enfermería allí en Loreto, en un centro de salud. A ella le dieron una mascarilla de tela que no la protegía. Como era bachiller y una chica que no tenía derechos laborales, no la protegieron. Es lo que pasa con muchísimos bachilleres y técnicos. ¿Por qué mueren más los técnicos? Porque su protección es menor, no los priorizan.
-¿Cuántos enfermeros y enfermeras no gozan de derechos laborales?
Al principio de la pandemia, en marzo, se dijo que los servicios no personales eran aproximadamente para 21 mil. Lo prohibieron, salió una norma presionada por nosotros, hay una carta, con nuestra propuesta normativa… ¡y ahora en el mes de junio había 28 mil por servicios no personales! ¡Con una norma que dice que todos los contratados por Covid-19 tienen que ser contratados por CAS, hay 8 mil nuevos servicios no personales contratados durante la gestión del doctor Zamora! Se sentaron en la noticia. Y el superintendente no dice nada porque es designado por el ministro.
-¿Cuál es la salida?
Tiene que entrar Sunafil a fiscalizar el sector público, y no solamente el privado, y hacer cumplir las normas de derechos laborales fundamentales. Pero todos se han puesto de espaldas -el Ministerio de Trabajo, Susalud, etc- y no hay sanción a los directores. Hay una lista de directores intocables puestos a dedo en los hospitales del Ministerio de Salud y de las Diresas, y hay total impunidad. Hay un decreto supremo del 2016 que dice que para ser director de un hospital o de un instituto tiene que pasar por un concurso de méritos, y puede postular cualquiera de las 12 o 13 profesiones de la salud que tengan especialidad en gestión de servicio de salud.
El Poder Judicial ha dicho que es inconstitucional su apelación porque las enfermeras, nutricionistas…, todos tienen los mismos derechos que los médicos. Estamos en una república, no hay privilegios, hay igualdad ante la ley, pero no llaman a concurso porque los ministros son médicos. Es hora de tocar el corazón de los médicos demócratas, de romper ya el corporativismo que impide la gestión democrática de la salud y entrar a una nueva etapa de salud republicana.
-¿Y el pago de los sueldos cómo anda?
Terrible. No solo las enfermeras, todos los profesionales que son contratados por terceros se les paga al tercer o cuarto mes. Hay personas que incluso dicen, ya, ‘olvídate de tu pago del año pasado’. En Loreto contrataron a bachilleres, hasta ahora están los chicos haciendo plantones, convocando a la prensa para exigir que les paguen; y el mismo director ha tenido la desfachatez de decir, públicamente: es que nos equivocamos, no hay marco legal para pagarles, trabajaron pero no hay marco legal. ¿Puede creerlo? Y nadie le ha iniciado un proceso administrativo a ese señor, nadie lo sanciona, sigue de director, es un nivel de impunidad instalada en el sector que creo es uno de los grandes males de nuestro sistema sanitario.
-¿Cómo corregir o al menos paliar estos problemas?
Para enfermería en este momento lo central es lograr que se fortalezca el primer nivel de atención, bastión fundamental de la lucha contra la pandemia. Enfermería está en este momento -confrontando al virus-, cansada, maltratada, sin EPP, y tratando de organizar los servicios de primer nivel de atención y las unidades de cuidados intensivos y hospitalización. Esa es nuestra tarea final. Creo que en este momento hay que sincerar la información, hay que tener medicamentos a la mano en los centros y puestos de salud, hay que poner oxígeno cercano a dichos puestos.
“EL GOBIERNO NOS HA DADO LA ESPALDA”
“Cuántas veces le hemos dicho: Presidente [Vizcarra], prohíba los servicios no personales, cambie de grupo ocupacional ya; por favor, priorice el primer nivel de atención, inclúyannos en el comando. Pero ni siquiera nos han mirado ni menos convocado”, dice la decana del Colegio de Enfermeras, Liliana La Rosa Huertas.
“Nosotros no estamos, por ejemplo, en el comando Covid, por eso este gran error de centrar una estrategia en el 2.2% de la oferta sanitaria y olvidarse del 97.8%”, indica.
Eso significa que “el Presidente nos ha dado la espalda, el Gobierno nos ha dado la espalda”, subraya.
“Sin embargo ahí seguimos persistiendo porque nuestra vocación es sumar y multiplicar, no restar. Nuestras críticas y propuestas siempre han sido constructivas. Nunca nos hemos quedado en la protesta, siempre hemos compaginado con propuestas. Y no vamos a dejar de protestar porque nuestra situación es realmente denigrante”, añade.
La dirigente espera que “la ministra Pilar Mazzetti vire el timón, cambie la estrategia, nos escuche y priorice el primer nivel y nos incluya en el comando Covid”.
De otra parte “el 91% de las enfermeras somos mujeres; estamos en un sistema patriarcal y machista, la mayor parte de enfermeras provienen de hogares humildes, de familias sencillas, donde servir a la gente, al pueblo, en los momentos más difíciles, está desprestigiado”, dice
“En nuestra sociedad, profesiones como la nuestra están totalmente venidas a menos. Creo que el desprecio a la enfermería tiene una connotación clasista, por tanto también racista, una connotación de desprecio a la mujer y a la vocación de servicio sin afán de lucro”, agrega.
Ubica las raíces de este problema en que “la defensa de privilegios corporativos está muy instalado en el sistema sanitario. Más de 90 años tiene el Minsa y nunca ha habido una ministra o viceministra enfermera”.