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LA PAZ DORADA, O CÓMO DEBERÍAMOS RESOLVER NUESTROS CONFLICTOS AMBIENTALES

Fuente :  Diario Regional de Piura 

América Latina parece ser la región más mortal del mundo para defender el medio ambiente. Desde 2016, Global Witness “específicamente… ha identificado a Brasil, Honduras y Perú como lugares donde este problema se concentra”, Michael Wilson Becerril, de la Universidad de California en Santa Cruz (UCSC), afirma en su tesis doctoral, ahora un libro titulado ‘Resisting extractivism ‘ (Resistiendo el extractivismo), publicado a través de la Vanderbilt University Press.

Santa Cruz, EEUU (Exclusivo). A Wilson le tomó casi un año y medio o más de 250 entrevistas con ejecutivos y gerentes de mineras, líderes comunitarios, gente local, periodistas (incluido yo), académicos y cualquiera que tuviera algo que decir, especialmente sobre cuatro conflictos sociales paradigmáticos causados por la industria extractiva en el norte peruano: minería, para ser concreto.

“Un tercio de la inversión minera mundial se concentra en América Latina”, dice. “En Perú, los minerales notablemente representan un 65% de los ingresos por exportación del país, tras garantizar su posicionamiento como una de las economías de más rápido crecimiento”. Las exportaciones de oro por si mismas representaron el 18% de los ingresos totales del Perú entre 1995 y 2015, de acuerdo a informes de prensa y de la industria.

“Quizás ésta es la razón por qué los conflictos más mortales en el Perú hoy, de lejos, están relacionados con la minería”, afirma Wilson. “Al menos 270 personas han sido asesinadas y 2640 personas fueron heridas en los conflictos sociales del Perú entre 2006 y 2016,” cita.

Solo en el departamento de Piura, el conflicto Río Blanco (anteriormente conocido como Majaz) causó siete muertes entre 2004 y 2009, y Zijin, una empresa china que adquirió los derechos de la londinense Monterrico Metals, anunció que está lista para volver al yacimiento ubicado en la proximidad de la frontera peruana con el Ecuador.

La Defensoría del Pueblo del Perú contó 200 conflictos en promedio entre 2008 y 2017, dos tercios de los que estuvieron ligados a industrias extractivas , abriendo brechas para las corporaciones de un lado contra comunidades mayormente rurales en el otro. En términos prácticos, el gobierno se ha decantado en apoyo a las corporaciones, arguyendo que sus actividades son necesarias para que la economía y la nación crezcan.

“La literatura sobre conflictos por recursos tiende a enfocarse en la violencia como posible salida de instituciones débiles, pero la coerción violenta es solo una manera en la que actores diferentes participan en un proceso más amplio de negociación política encima del manejo de recursos naturales que involucran instituciones, acciones colectivas, medios digitales, acciones bajo la mesa y aliados remotos”, reflexiona Wilson.

Desde una perspectiva peruana, los malentendidos entre el gobierno, corporaciones y las comunidades son capaces de destacar y exacerbar condiciones injustas, causando una retroalimentación repetitiva que alimenta resentimientos una vez y otra vez, e incuba lo real o percibe la necesidad de pelear.

“La política contenciosa toma lugar sobre lugares físicos, legales y discursivos”, explica Wilson. “Los conflictos sobre recursos del Perú han llegado a ser ‘un epicentro conceptual’: invocan y atraviesan asuntos políticos, económicos y culturales como la violencia, la corrupción, la justicia, el género, la raza, la clase, el desarrollo, la sostenibilidad y la democracia”.

¿Hay una receta mágica?

El investigador ha revelado cómo algunos amigos peruanos le advirtieron que los conflictos no son fáciles de solucionar, especialmente a distancia. Wilson está de acuerdo, y piensa que maneras localmente lideradas y sobre la marcha para resolver conflictos podrían estar combinadas, y ahí es donde su estudio podría ser útil.

“Examinando patrones en las trayectorias y las salidas de los conflictos, esta disertación tiene el potencial de crear un impacto duradero, no solo en la literatura académica sino también a los practicantes buscando caminos para dialogar en paz”, promete. “Está especialmente orientado a ayudar a agentes de las empresas, sociedad civil y activistas, actores estatales, y seguidores internacionales”.

Y la receta mágica parece enfocarse, al menos en la tesis, en los siguientes ingredientes clave. El activismo es útil cuando capta la atención de los medios y ayuda a los organizadores a replantear debates. Las instituciones tienen que ser más robustas para canalizar los conflictos de forma confiable, si quieren prevenir que lleguen a ser violentos. Finalmente, los forasteros y grupos de solidaridad son útiles, pero su intervención no tiene un efecto singular en la propensión de los movimientos para escalar o vencer.

“Esta investigación refleja una intención seriamente subyacente” de ayudar a los legisladores y funcionarios estatales en fomentar gobernanza democrática y prevenir un conflicto violento, de ayudar a las empresas protegiendo su inversión a través de entender los efectos adversos de las estrategias cortoplacistas para evitar conflictos, y ayudar a las comunidades para fomentar su desarrollo humano y económico en formas que son tanto democráticas y sostenibles”, subraya Wilson.

En ese sentido, el estado debería ser actor clave en manejar una solución pacífica de cualquier conflicto jugando un rol imparcial, pero esta actitud no es suficiente. Lo que se necesita es un compromiso hacia los derechos humanos, a las decisiones de liderazgo local sobre sus propios territorios, un esfuerzo serio por escuchar, una intencionalidad de ver las demandas de la comunidad, hacia estrategias no represivas dirigidas respetuosamente a los lugareños, participación comunitaria en toda la extensión del término (y no solo representantes seleccionados) y comunicación (especialmente medios), que se invierta en diálogo y entendimiento en vez de condenar y criminalizar a quienes protestan.

“Crear desarrollo pacífico y sustentable requiere construir entendimientos, relaciones e instituciones que puedan canalizar los conflictos sin violencia, creíblemente, democráticamente e inclusivamente”, anota Wilson. El libro solo está disponible en inglés en este enlace: https://www.vanderbilt.edu/university-press/book/9780826501578